Abrió los ojos de golpe, casi sobresaltado. Eso le sorprendió, no recordaba porque, ¿un sueño, una pesadilla? Tan pronto como la luz llegó a sus pupilas la somnolencia se esfumó. Sin embargo no se sentía descansado, una mala noche. ¿Había sucedido algo? Si, los vecinos gritando anoche, ¿qué les pasaría? Ahora todo estaba en silencio. Subió las persianas que daban al jardín, por allí todo normal, excepto por el hecho de que piscina seguía cubierta. No era verano, cierto. Se asomó a la calle, todo normal, si hubieran sido las ocho de la mañana, pero eran las once y no se veía un alma. Tampoco había nada que hacer en esa calle, los abuelos estarían dando paseos descalzos por la playa. Desayunó y se dispuso para un día a la orilla del mar. Llamó a Silvia, su madre podía esperar. Al primer intento el móvil no dio señal. Volvió a marcar, un débil tono en la lejanía. Estaría metida en un túnel. En medio del segundo tono se cortó. Ya lo intentaría mas tarde. Cerró la puerta siendo perfectamente consciente de que no podía dejarse las llaves dentro o no podría volver a entrar, no había nadie que le abriera. No estamos en verano, estoy solo, se recordó. Se encaminó a la calle principal que bajaba hasta el paseo marítimo. Vacía. Un insólito silencio se había apoderado del lugar. Una sirena se escuchó no lejos de allí, se acercaba. Con inaudita coordinación Gabi giró la mirada a su espalda justo en el momento en que un coche de policía giraba una esquina y se incorporaba a la calle. Le sobrepasó como una exhalación y se perdió algunas calles mas adelante. La brisa se colaba entre los dedos de sus pies, las chanclas nunca fueron cómodas para una caminata de quince minutos por el asfalto. Sus padres habían elegido un buen chalet en una buena urbanización, pero demasiado alejado de la playa. Es de suponer que uno mas cercano hubiera escapado a sus posibilidades económicas. Un individuo surgió de manera fulgurante tras una esquina. Corría con la cara desencajada y dos bolsas de supermercado cargadas hasta los topes en las manos. Se cruzó con Gabi, le lanzó una esquiva mirada y desapareció con la misma precipitación que había llegado. Robándole la compra a las viejas, ¡qué vergüenza! Pero la poli andaba cerca. Llegó al paseo marítimo, lo cruzó lentamente por el mismo medio, se acercó a la barandilla de la playa. Allí no había nadie
Continuará...
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