miércoles, 17 de febrero de 2010

Mas Allá del Final (I)

PRIMERA PARTE

Días libres, por fin, una escapada. No es Londres. No había tiempo, ni dinero ni nadie con quien ir, así que al chalet de la playa. Al menos sin los padres. Una semana, solo, en temporada baja, puede ser interesante. Lo primero que le llamó la atención fue la gente por la calle... nadie. Casi nadie en realidad, miembros de la tercera edad en su ya permanente vida ociosa. En verano está lleno de turistas británicos y gente joven con mas marcha en el cuerpo. A Gabi le resultaba extraño caminar con su maleta por aquellas calles desiertas, cruzandose con alguna pareja de ancianos, todavía vestidos como en la ciudad. Ni siquiera llevaban pantalones cortos. Puede que no fuera verano, pero ya hacía tiempo para ello, estaban en un pueblo de la costa y lucía el sol.

En el salón, el olor a cerrado del invierno se había quedado a vivir. El momento de abrir las ventanas y que se largase. Volvió la luz, blanquecina, pura y fresca. Nada que ver con la luz de Agosto. Diferenciales arriba, comprobar que no se ha roto ninguna cañería y que todo sigue en orden. Perfecto. Ahora hay que llamar a casa. Su madre cogió el teléfono y le interrogó, como ya suponía que sucedería. Procedió a relatarle el parte de incidentes, sobre el viaje, la casa, el tiempo... sin novedad en el frente. Había cumplido, ¿realmente era necesario hablar de mas cosas? Mañana procederemos a comunicar las novedades si las hubiera, y si no, como hoy. Por fin colgó. Buscó en llamadas recientes y marcó el número de Silvia. Lo cogió tras el quinto tono, su voz era acelerada. La habría pillado trabajando, lo normal a esas horas, cosas de la ingeniería, topografía en este caso. Parecía lógico pensar que tras graduarse encontraría trabajo en la ciudad, por el contrario la oportunidad surgió en el norte, a 600 kilómetros de allí, mas del doble desde donde estaba ahora, al otro extremo del país. Tres meses de contrato, dietas, alojamiento, y buen sueldo, pero lejos de él. Debía alegrarse por ella, no siempre era así, la echaba de menos. Hablaban todos los días, él la llamaba. La conversación podía durar 20 minutos o 20 segundos, ese día duró 2 minutos y 35 segundos. Hasta mañana, donde la pillaría en la obra, o en una reunión, o en la oficina o a saber donde. Hora de ir a la playa... pero antes hay que hacer la compra. Gabi dejó la maleta encima de la cama, la abrió y se dispuso a cambiarse de ropa y ponerse algo apropiado... o al menos lo que él consideraba apropiado, no como esos viejos de la calle. ¿Es que no tienen calor con el pantalón hasta la cintura y la gorra calada?

Otro detalle del que Gabi no se había percatado era la duración de los días. Parece una tontería pero es decisivo. Así, el sol de pone antes y el agua de la playa se enfría, menos tiempo de chapuzones, menos tiempo de tomar el sol, por la noche hace mas frío y por las, ya de por si desiertas calles, no hay absolutamente nadie. A casa por tanto. Se preparó una frugal cena y se sentó ante el televisor. Noticias. Es lo único que hay a esas horas, su contenido, el de siempre, discursos, discusiones, disputas, disparos y deportes. Sin nada mejor que hacer esperó a ver la predicción metereológica. Era algo a lo que solía prestarle atención en la ciudad, donde las condiciones eran mas cambiantes, pero aqui, solo venía en verano, ¿qué se podía esperar del verano? Calor. El presentador... ¿Quien es este? ¿No había una tía? Que mas da... comenzó dando un repaso a lo que había dejado el día, anticiclones por aquí, borrascas por allá. No todo eran sonrientes soles. Lo que faltaba, que lloviera. Gabi empezó a temer que aquella semana podía ser mas dura de lo previsto. El meteorologo fué desgranando todas las regiones una a una, no había llegado a la costa cuando la emisión se interrumpió. Gabi ni se inmutó. Lo mas extraño era que no habían puesto el cartel de dificultades técnicas, volvemos enseguida, disculpen las molestias. Solo nieve y ese ruido sordo. Cambió de canal, lo mismo. Los repasó todos, y todos se habían quedado ciegos y mudos. Seguro que es cosa de la antena. Al minuto, un soplo de viento agitó las cortinas, traía un extraño sabor a quemado.

Continuará...

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