viernes, 19 de febrero de 2010

Mas Allá del Final (II)

Un grito escalofriante le despertó en plena noche. Eso parecía a través de las paredes. Los chalets adosados no están tan aislados del ruido exterior como uno pudiera pensar. Siguieron un batiburrillo de gritos y chillidos ininteligibles, ¿llantos?. ¿Qué hora es? Las cuatro y diez de la madrugada. Parecía que en el chalet de al lado se había desatado algún tipo de tragedia. Intentó volver a conciliar el sueño, cuanto mas lo intentaba mas se espabilaba. Decidió ir a orinar, solía ser un buen método. A tientas en la oscuridad parecía que los gritos se iban incrementando, puertas que se abren y cierran, dentro y fuera de la casa, gritos en la calle, ¿qué coño pasa? Orinó. El cuarto de baño parecía moverse en otra dimensión, un extraño silencio roto por los sonidos de las tuberías, el agua que corre. El alicatado parecía haber creado una burbuja que, esta vez si, eliminaba cualquier señal sonora proveniente de mas allá de las paredes. Tiró de la cadena y esperó escuchando como el agua rellenaba la cisterna. El duermevela le producía ese efecto hipnotizante en ocasiones, le gustaba. No se acordaría al día siguiente. Apagó la luz y salió. La algarabía en la calle ahora era patente, una sirena, policía.  Acercó su mirada a la mirilla de la puerta. Un grupo de gente mayor congregada en bata y pijama. Las mujeres lloraban y se abrazaban, los hombres discutían, alguno lloraba. Alguien se había desmayado, dos policías trataban de ayudarle. Uno de los agentes empezó a interrogar a la gente, sus maneras eran un tanto bruscas, esas personas estaban asustadas pero a él no parecía importarle. Un par de hombres le hicieron algún tipo de indicaciones. Volvió al coche patrulla y por el altavoz instó a todos a que volvieran a sus casas y no salieran de allí, se les informaría lo antes posible.  Gabi seguía observando. Reanimaron a la mujer desmayada que, hundida por algún tipo de dolor, llevaron a casa entre varios. Los vecinos volvieron a sus casas. Gabi volvió a la cama. Durante toda la noche continuó el incesante alboroto. No era su costumbre inmiscuirse en asuntos ajenos, insolidario le llamarían algunos, pero la policía había estado allí y se había ido, ¿qué mas podía hacer él? Finalmente se durmió.

Abrió los ojos de golpe, casi sobresaltado. Eso le sorprendió, no recordaba porque, ¿un sueño, una pesadilla? Tan pronto como la luz llegó a sus pupilas la somnolencia se esfumó. Sin embargo no se sentía descansado, una mala noche. ¿Había sucedido algo? Si, los vecinos gritando anoche, ¿qué les pasaría? Ahora todo estaba en silencio. Subió las persianas que daban al jardín, por allí todo normal, excepto por el hecho de que piscina seguía cubierta. No era verano, cierto. Se asomó a la calle, todo normal, si hubieran sido las ocho de la mañana, pero eran las once y no se veía un alma. Tampoco había nada que hacer en esa calle, los abuelos estarían dando paseos descalzos por la playa. Desayunó y se dispuso para un día a la orilla del mar. Llamó a Silvia, su madre podía esperar. Al primer intento el móvil no dio señal. Volvió a marcar, un débil tono en la lejanía. Estaría metida en un túnel. En medio del segundo tono se cortó. Ya lo intentaría mas tarde. Cerró la puerta siendo perfectamente consciente de que no podía dejarse las llaves dentro o no podría volver a entrar, no había nadie que le abriera. No estamos en verano, estoy solo, se recordó.  Se encaminó a la calle principal que bajaba hasta el paseo marítimo. Vacía. Un insólito silencio se había apoderado del lugar. Una sirena se escuchó no lejos de allí, se acercaba. Con inaudita coordinación Gabi giró la mirada a su espalda justo en el momento en que un coche de policía giraba una esquina y se incorporaba a la calle. Le sobrepasó como una exhalación y se perdió algunas calles mas adelante. La brisa se colaba entre los dedos de sus pies, las chanclas nunca fueron cómodas para una caminata de quince minutos por el asfalto. Sus padres habían elegido un buen chalet en una buena urbanización, pero demasiado alejado de la playa. Es de suponer que uno mas cercano hubiera escapado a sus posibilidades económicas. Un individuo surgió de manera fulgurante tras una esquina. Corría con la cara desencajada y dos bolsas de supermercado cargadas hasta los topes en las manos. Se cruzó con Gabi, le lanzó una esquiva mirada y desapareció con la misma precipitación que había llegado. Robándole la compra a las viejas, ¡qué vergüenza! Pero la poli andaba cerca. Llegó al paseo marítimo, lo cruzó lentamente por el mismo medio, se acercó a la barandilla de la playa. Allí no había nadie

Continuará...

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